Con horror y asombro, durante los últimos días hemos venido siguiendo el curso de los acontecimientos políticos que se están desarrollando en Bolivia. No nos resultan ajenos, en nuestro pasado reciente hemos conocido de múltiples esfuerzos donde aquellos procesos políticos que se distancian del imperialismo norteamericano, son satanizados, perseguidos, atacados y vilipendiados, dejando tras de sí, una estela de muerte y violación a los derechos humanos. En la mayoría de los casos, se ha recurrido a golpes de Estado blandos, a procesos institucionales de destitución presidencial (como el caso de Dilma Rousseff), o la perversa práctica del “lawfare” que busca enterrar políticamente dirigencias políticas progresistas y contenerlas en prisión.
La situación en Bolivia es compleja y tiene múltiples aristas que deben de ser tomadas en cuenta, entre ellas:
Noam Chomsky, reflexionando sobre esta crisis, denunció que Estados Unidos de América está detrás del golpe de Estado de la oposición en Bolivia y afirmó que “El golpe es promovido por la oligarquía boliviana (…) y cuenta con el total apoyo del Gobierno de Estados Unidos, que desde hace mucho tiempo está ansioso por expulsar a Evo Morales y a su movimiento del poder”1. La violencia fascista se ha instalado de una manera pasmosa, y agrupaciones como la Unión Juvenil Cruceñista, han recurrido a la violencia indiscriminada para acabar con aquellas personas y sectores sociales que adversan su supremacismo blanco. Lamentablemente, se ha instalado un escenario de odio, violencia y represión al pueblo boliviano desde una concepción racista y aporofóbica que vulnera sus derechos humanos, atravesado por expresiones tan grotescas como enfrentar una Virgen María con una Wiphala, la quema de banderas indígenas, negar los derechos de los pueblos originarios, violentar movimientos feministas, humillar a mujeres alcaldes, la excepción de responsabilidad penal para las Fuerzas Armadas que actúen en "legítima defensa o estado de necesidad”, entre otras acciones reprochables.
A esta altura del conflicto, más de 30 bolivianos han sido asesinados luego del golpe de Estado; y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha advertido que se está desconociendo “los estándares Internacionales de derechos humanos y por su estilo estimula la represión violenta".
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